Los laboratorios extraen los diamantes del sector de las joyas prémium

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Audrey Hepburn representó a muchas mujeres hace casi 60 años al soñar con entrar en Tiffany’s y probarse alguna de sus joyas con diamantes, a pesar de que su bolsillo no pudiera permitirse semejante gasto. Los precios no han descendido desde entonces, pero la ciencia ha permitido acercar esta piedra preciosa a firmas menos prémium.

Pandora, principal fabricante de joyas en el mundo por volumen, aunque por detrás de Cartier y Tiffany’s en ventas y con unos precios más asequibles que estos, anunció en mayo el lanzamiento de su primera colección con diamantes sintéticos, para llegar a todo tipo de clientes y para seguir demostrando su compromiso con el medioambiente. Además, ya a finales del año pasado anunció que para 2030 todos sus artículos estarán fabricados con oro y plata reciclados.

Los inversores han aprobado esta decisión y en lo que va de año, las acciones de la firma danesa se revalorizan un 25%, del cual solo un 13% es desde mayo. El avance está ligado también al repunte del consumo tras la crisis económica de 2020 derivada de la pandemia. No obstante, esta crisis no ha sido tan relevante para las firmas de joyas y algunas temen que los desconfinamientos y el regreso de los viajes hagan que los consumidores vuelvan a gastar más en servicios y menos en artículos más materiales.

Pandora no ha sido la única marca en dar este paso. De Beers, perteneciente a Anglo American y con un monopolio casi absoluto hasta hace unas décadas sobre la oferta y los precios de los diamantes, ha lanzado una línea de estos minerales fabricados en laboratorios, aunque mantiene aquellos extraídos de las minas para los anillos de compromiso. Mientras tanto, la recuperación ha hecho que haya incrementado un 10% el precio de sus diamantes en bruto ante el aumento de la demanda de los centros que trabajan estas piedras preciosas, en Amberes (Bélgica) o India. Pese a ello, el comportamiento en Bolsa del grupo minero británico no es tan positivo: aunque suma un 21% en el año, ha perdido un 16% desde los máximos anuales alcanzados a principios de mayo.

Mientras tanto, otra de las grandes mineras extractoras de diamantes, Petra Diamonds, mejora respecto al inicio de la pandemia, pero sigue acumulando caídas: cede un 20% en el año, frente al 80% que perdió en 2020.

Pese a los signos positivos, la producción tardará dos o tres años en alcanzar los niveles prepandemia, según el informe Global Diamond Report 2020-2021, elaborado por Bain & Company y el Antwerp World Diamond Centre (AWDC). Sin embargo, ya entonces se situaba por debajo de los máximos logrados en 2017. A esta situación se suma la competencia que llega desde los laboratorios y las nuevas demandas de sostenibilidad que piden los consumidores.

Todo ello podría desembocar en dos caminos, según el informe. Su producción cada vez mayor está haciendo que los precios de los diamantes sintéticos caigan, lo que podría convertirlos en un sustitutivo de los naturales dirigido a un segmento de clientes diferente del prémium. Sin embargo, el estudio también plantea la posibilidad de que si se invierte la tendencia de diferenciación, estos diamantes estarían cada vez más presentes en el segmento de lujo y compensarían el descenso de la oferta de los extraídos de las minas.

Una de las firmas beneficiada de estos cambios es la estadounidense Diamond Foundry, entre cuyos inversores está el actor Leonardo DiCaprio, y que el pasado mes de abril alcanzó una valoración de 1.800 millones de dólares tras captar 200 millones de Fidelity. El objetivo de la empresa es multiplicar por cinco su producción en la planta de Washington hasta los cinco millones de quilates al año para finales de 2022, es decir, una cuarta parte de la producción de De Beers en 2020.

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Tenían artritis, sordera y otros achaques, pero se llevaron un botín valorado en 18 millones de euros, cinco veces más que en el asalto al tren de Glasgow. Su error: no reparar en los avances tecnológicos de la policía. “Eran criminales analógicos en un mundo digital”, dijo el detective que los cazó.

En Barranquilla se quedó

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La Puerta de Oro lo recibió cuando tenía sus “catorce primaveras”. Siendo apenas un adolescente, Joe Arroyo comenzó a trabajar sin cesar por el sueño de la música, esa que desde las calles del barrio Nariño, en Cartagena, hacía sonar con los baldes de la casa.

Ya estando en la capital del Atlántico, el creador del ‘Joesón’ comenzó con solo 15 años su vida profesional, pero sería hasta 1973 cuando despegó su carrera musical al firmar con Discos Fuentes para cantar con Fruko y sus Tesos.

En adelante, el recorrido y la trayectoria del llamado ‘Centurión de la noche’ lo llevarían a convertirse en una leyenda con un legado artístico que traspasó fronteras, pero que, como lo dice una de sus más icónicas canciones, se quedó en Barranquilla.

Así de literal, aquí vivió toda su vida, tuvo sus hijas. Aquí murió y aquí quedaron depositados sus restos mortales.

La relación de Álvaro José Arroyo con “su patria chiquita” se tradujo en una admiración y un tributo permanente al gran cantor del Carnaval de Barranquilla, que no se cansó durante años de escucharlo y de corear sus éxitos musicales, joyas de la música popular colombiana.

Su cosecha musical le mereció numerosos premios, entre ellos 18 Congos de oro y 4 Supercongos en el Festival de Orquestas y un Grammy Latino.

EL HERALDO recuerda en una entrega especial al artista que físicamente dejó de existir hoy hace una década, pero que se mantiene más vigente que nunca con su extensa lista de canciones que nunca faltan en las estaciones de radio y en las listas de reproducción. En fiesta que se respete no puede dejar de escucharse la música del cartagenero más barranquillero.

Joe estuvo hospitalizado por un mes exactamente en la Clínica La Asunción de Barranquilla. Sus seguidores se mantuvieron en vilo durante un mes debido a los constantes rumores de su fallecimiento, que finalmente se produjo el 26 de julio de 2011.

Una multitud lo despidió el día de su sepelio, confirmando la devoción del pueblo barranquillero al ser humano que con su son conquistó para siempre el afecto y la admiración de esta tierra.

El tamaño de la leyenda del Joe Arroyo y de su impacto para esta ciudad es tal que en su honor se erigió una estatua junto a la estación de Transmetro que lleva su nombre.

Al recordar al Joe, no se puede dejar de pensar en el impacto que un artista puede tener sobre generaciones que se sintieron identificadas con la historia de su vida, que fue el reflejo de cómo muchos colombianos, con compromiso y dedicación, logran alcanzar sus sueños.