Lo que nunca podrás comprarte: el Diamante de la Esperanza por 250 millones de dólares
Maldito, legendario, misterioso… muchos son los adjetivos que se ha ganado a lo largo de la historia la joya más cara del mundo. El diamante más famoso y perfecto que se existe sobre la faz de la tierra -y en las profundidades del mar-. Y es precisamente esa gigante masa de agua turquesa la que tiene vinculación con esta preciosa gema.
El Diamante de la Esperanza o Diamante Hope. Se trata de un diamante azul, de un azul intenso y profundo de 45.52 quilates (ct) de masa que equivale a 9,104 gramos (gr) ya que, como es sabido por todos, cada quilate corresponde a 20 gramos. No olvidemos que aparte de ser una unidad de masa para las gemas y joyas, el quilate es una unidad de pureza, importantísimo dato a la hora de medir el valor ese preciado mineral.
El origen del diamante se remota a la India del siglo XVII, indicando que proviene de la mina Kollur, la cual se conoce por ser una de las primeras minas de diamantes del mundo de donde no sólo han salido el Hope sino otras célebres gemas cargadas de historia.
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Alrededor del año 1600, el Diamante Hope llegó a manos de Louis XIV, el todopoderoso rey Sol de Francia. Tras su muerte, pasó a manos de Louis XV y Louis XVI. Este, el último rey de Francia, le regaló el diamante a su esposa, Marie Antoinette de Austria, para que lo incluyese en su ingente colección de joyas.
Pero la Revolución francesa acabó con la monarquía, con la vida de los Reyes, con Versalles y el colgante fue robado. Uno de los responsables, el cadete Guillot, lo llevó a la ciudad de El Havre. Después, lo transportó a Londres con el objetivo de venderlo. Cuatro años después del hurto del mismo, en 1796, Guillot fue encarcelado cuando intentaba venderlo en Lancry de la Loyelle.
Después fue adquirido por Henry Hope. De ahí que todavía hoy el diamante siga llevando el apellido de quien fuera su dueño. La leyenda cuenta que el diamante está maldito porque la familia Hope terminó muriendo en la indigencia.
El 10 de noviembre de 1958, el Hope fue donado al Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana por el joyero Harry Winston. Winston, que fue y sigue siendo un referente en lo que al universo joyería se refiere y que ha creado anillos y pendientes para las celebridades más respetadas del planeta, lo envió, en un sobre de papel de estraza, por medio del servicio postal nacional. A partir de entonces, forma parte de la colección nacional de gemas del museo. Calculan que su valor es de 250 millones de dólares.
Rose Dewitt Bukater con ‘El corazón de la mar’, un guiño a Diamante de la Esperanza.
Como anécdota, cabe recordar -y quien tenga un poco de memoria cinematográfica ya habrá caído en la cuenta- que el Diamante de la Esperanza es nombrado en la película Titanic (1997) de James Cameron. Rose DeWitt Bukater, interpretada por Kate Winslet (45) a quien su madre fuerza para casarse con el magnate Caledon ‘Cal’ Nathan Hockley, es agasajada con un diamante azul llamado Le couer de la mer (El corazón de la mar).
“Es mejor que el Diamante de la Esperanza. El corazón de la mar es para la realeza. Y nosotros somos realeza”, afirma Hockley ante el asombro de su prometida, que en los días venideros viviría a bordo del transatlántico una de las historias de amor más increíbles de la historia del cine.
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La ‘crisis de paisaje’ del Mar Menor
Primero hacemos un viaje, corto o largo no importa; paseamos, observamos el paisaje, lo fotografiamos. El estado de ánimo influye. Finalmente afloran los sentimientos y comienza esa difícil tarea de convertirlos en palabras. Un viaje, por ejemplo, al Mar Menor, a Santiago de la Ribera a Lo Pagán; a Los Nietos, Los Urrutias o Los Narejos, a todo aquel paisaje de nuestra niñez. Casi no importa ya. La naturaleza no conoce fronteras. Tampoco importa que el corazón se rompa, que el pasado esté muerto en el presente.
A esto, a todo lo que está ocurriéndole al Mar Menor en este nefasto agosto de 2021, el consejero de Fomento e Infraestructuras de la Región de Murcia, señor Díez de Revenga, lo llamó, el 17 de diciembre de 2019, pocos días después del desastre medioambiental de octubre del mismo año, en una reunión que mantuvo con los agentes económicos y sociales para darles a conocer el contenido del borrador del Decreto-Ley de Protección Integral del Mar Menor «crisis de paisaje». Y tenía razón Díez de Revenga cuando afirmó que el paisaje es algo más, que el Convenio Europeo del Paisaje lo define como «cualquier parte del territorio tal como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos».
Para Díez de Revenga, en los últimos días hemos comprobado también que para el presidente López Miras y para su Consejo de Gobierno, el paisaje son las edificaciones a la orilla del Mar Menor, los balnearios, los amarres de embarcaciones, los puertos deportivos, las playas artificiales, incluso lo cultivos de la zona sur de la laguna.
En la misma reunión, celebrada en dependencias del ayuntamiento de San Javier, explicó que había que entender el Mar Menor como «un sistema socioecológico, no solo como la masa de agua». Dijo otras cosas, claro. Por ejemplo, que el deterioro de la masa de agua no coincidía con el gran desarrollo urbanístico de la última década y media, que las actividades náuticas y deportivas eran amables con el medio ambiente, que no era partidario de prohibir la navegación a motor porque per se no dañaba el entorno, que los puertos deportivos no contaminaban el Mar Menor, que no había estudios concluyentes que demostrasen que dichas infraestructuras tuviesen afectación hidrodinámica sobre la masa de agua, que a lo sumo había que acabar con los fondeos ilegales y regular velocidades excesivas, ruidos y motores de dos tiempos de carburación.
Fue una charla con pretensióndidáctica dirigida a un público muy amable, y entregado a la causa de culpar a otros del ecocidio del Mar Menor.
Sí, existe realmente una crisis de paisaje, y tal vez tenga más que ver con el cambio en la percepción que tienen los ciudadanos del Mar Menor como paisaje tal como establece el Convenio Europeo del Paisaje firmado en Florencia y que está en vigor desde 2008 en España. El problema, al menos para este articulista, es que salió de la reunión de presentación del Decreto-Ley con la duda de si se quería recuperar el Mar Menor o simplemente cambiar la percepción de la ciudadanía sobre el paisaje resultante de tanto desafuero.
Objetivamente es más sencillo lo segundo que lo primero. Pueden existir paisajes desolados que puedan ser agradables para el observador. Los bosques que rodean Chernóbil, o el río Segura a su paso por la ciudad de Murcia después de las obras que se están realizando para que la ciudad «se acerque» a su lámina de agua, sin ir más lejos.
Porque si la agricultura no es responsable de la contaminación de la laguna, y tampoco lo son el desarrollo urbanístico o la presión turística sobre sus playas y aguas, ¿cuál es el problema?: la percepción de la ciudadanía del paisaje, aquello que lo afea y es desagradable a la vista. Cambiemos, pues, el diálogo que se establece entre el Mar Menor y el observador. Toda la actuación política del Gobierno regional va dirigida precisamente a ese cambio gratis total, sea mediante campañas tipo «Mar Menor, un destino multiexperiencial» o declaraciones del tipo «sus aguas son óptimas para el baño». Todo en orden salvo esas pequeñas cosas que no gustan o desagradan: peces muertos, el manto verde de las algas, la opacidad de sus aguas, el mal olor, la muerte, en definitiva, de una joya natural única en su tiempo. Y tampoco en esto es culpable el Gobierno regional; lo es el Gobierno central que ni hace ni deja hacer.
Casi dos años después de la reunión, la naturaleza vuelve a mostrar el daño infligido por actividades económicas depredativas que nunca sacian sus necesidades de destruir para producir. El presidente López Miras convoca una rueda de prensa para incidir en la crisis del paisaje. Advierte que dragará la Gola de Marchamalo y todas las que se le pongan delante. Se trata de ocultar la realidad de debajo de la lámina de agua, de mostrar a la ciudadanía que el Mar Menor ofrece postales de ensueño, que podemos convivir con un presente sin recordar aquel pasado majestuoso de una albufera única en el mundo.
López Miras y su Gobierno pretenden convertir el Mar Menor en un apéndice del Mar Mediterráneo para que la naturaleza no nos recuerde que burlar los equilibrios que exige a las actividades humanas tiene consecuencias, y muy graves. Las imágenes de este horrible agosto de 2021 no se borrarán fácilmente de la memoria colectiva de una sociedad hastiada de tanta dejación de funciones. Tampoco se debería perdonar tanto desafuero.
Hacia 1960, Juan Goytisolo escribió un relato breve que incluyó en su libro Fin de fiesta. Se titula Mar Menor. Su lectura no aportará mucho a aquella generación que ronda los 60-70 años. la laguna que describe es aquella que conocieron nuestros padres y abuelos, a los que será difícil de convencer que lo importante no es el Mar Menor, sino la percepción que se tiene de él. Tampoco convencerá a ecologistas más o menos jóvenes. Pero tal vez el relato de la NO verdad pueda aunar multitudes fáciles de convencer mediante un lenguaje seudocientífico.
No obstante, la nefasta gestión de nuestra joya natural no puede salir gratis a una generación de políticos que ha gobernado 26 años obviando los problemas o dándoles patadas hacia el futuro.
Por mi parte, transmitiré a mis descendientes lo que fue un mar que no nos merecíamos, tal fue nuestra actitud hacia el mismo.
Monaci delle Terre Nere, una joya siciliana
Cortesía de White Paper By Monaci delle Terre Nere.
La mente detrás de este asombroso proyecto de restauración es la de Guido Coffa, el dueño de la finca. Natural de la isla, volvió a Sicilia para descubrir esta maravillosa casa de campo del siglo XVIII durante una época en la que buscaba establecer raíces de nuevo. Ubicado al final de un antiguo camino de grava, que data a cuando los epónimos monjes se asentaron a los pies del Etna, Monaci delle Terre Nere estaba prácticamente abandonado. Fue entonces cuando Coffa decidió darle vida al complejo, dedicándose a la agricultura sostenible y aun compromiso con la hospitalidad.
Su apasionado proyecto abrió sus puertas en 2012 tras casi cinco años de renovación en los que él, junto a un excelente equipo de artesanos locales, rescataron edificios severamente deteriorados. Desde el principio, Coffa adoptó unos principios de sostenibilidad y biodiversidad, inaugurando la finca agrícola con tan solo seis habitaciones. Su idea era crear un íntimo retiro en el campo rodeado de paisajes naturales, siempre teniendo en cuenta la identidad histórica de lugar y combinándola con un espíritu de lujo moderno.
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Una estancia excepcional
Monaci delle Terre Nere cuenta con la casa principal, con paredes blancas, marcos de piedra tallados con estilo barroco y otras edificaciones que albergan las habitaciones de invitados, establos y una prensa de vino originaria del siglo XVIII. Esta ha sido restaurada manteniendo un su encanto u cuidado exquisito. En cuanto a la decoración, esta combina el paisaje volcánico que rodea al complejo y el estilo contemporáneo italiano. El telón de fondo lo constituyen piedras de lava de la zona, madera de castaño del bosque de Etna, pinturas libres de sustancias químicas y paredes de yeso. Estas se complementan con muebles de marcas como B&B Italia, Lago, Gervasoni, Fabio Novembre o Philippe Starck, iluminación de diseño – Flos, Fontana Arte, Foscarini, Ingo Maurer – y piezas recuperadas. El toque final lo ponen cuadros de Oliver Maourao, cuyo estilo es similar al de maestros como Matisse, y piezas de cerámica mayólica originaria de Caltagirone y Santo Stefano di Camastra.
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Cortesía de White Paper By Monaci delle Terre Nere.
El espíritu dela antigua bodega está presente en cada rincón de Monaci delle Terre Nere. Sus habitaciones, suites y villas están nombradas utilizando el mismo lenguaje descriptivo de las catas de vinos. Muchas de ellas cuentan con chimeneas, ya que el complejo es uno de los pocos de la isla de Sicilia que opera durante todo el año, y las zonas comunes están decoradas con frescos y azulejos originales que fueron descubiertos durante la renovación del establecimiento. Las habitaciones están orientadas, o bien hacia el monte Etna y la granja, o bien hacia el mar. Para un mayor disfrute de los olores, vistas y sonidos de los alrededores, las habitaciones no cuentan con televisores. De esta manera, se logra que el huésped se sumerja en la experiencia siciliana utilizando los cinco sentidos.
Durante su tiempo en Monaci delle Terre Nere, los clientes podrán disfrutar de actividades únicas, como clases de cocina regional, degustaciones de vino siciliano, una masterclass sobre cócteles o recorrer los alrededores del hotel en bicicleta o en paseos a caballo. Otras actividades son: bucear en las brillantes aguas de Acitrezza, conocer la cultura de Taormina, descubrir los parajes secretos de Catania o contemplar el Etna desde un paseo en helicóptero. Además, en un templo de tranquilidad como este, no pueden faltar las clases de yoga y los masajes ayurvédicos para entrar en el clima de confort y relajación.
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Gastronomía local
Durante su estancia, los huéspedes podrán disfrutar de una amplia oferta gastronómica. Podrán desayunar los productos orgánicos cultivados por la propia finca. Los jardines cuentan con una variedad de verduras exquisitas y hierbas picantes. Los bosques de cítricos y olivares suministran todos los esenciales de la gastronomía siciliana. La panadería hecha a mano está elaborada con granos de la zona, para poder servirse de deliciosas mermeladas o miles producidas de manera local.
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Para las comidas lentas, que pueden disfrutarse en el restaurante Locanda Merello, la estacionalidad y los orígenes de Sicilia son la base de la cocina. Se en la terraza con vistas al mar durante la época estival, o en el comedor con chimenea para los meses de invierno, la cocina de la granja es el centro de los platos. Adoptando un modelo sano y refinado que respeta las tradiciones culinarias sicilianas, los ingredientes y las técnicas empleadas logran conseguir unos platos de lo más sabrosos. Para complementar la comida, el restaurante cuenta con una larga carta de vinos de algunos de los pequeños productores de la isla más innovadores: Marco De Grazia, Franchetti, Guido Coffa Wines… ¿El momento perfecto? La hora del aperitivo en el Convivium Bar donde pueden degustarse las imaginativas mezclas de Paolo Sanna con siropes y aceites derivados de las hierbas salvajes, cítricos y flores recogidas de los alrededores de la finca.
Etna Wines
Cortesía de White Paper By Etna Wines.
En el corazón de Monaci delle Terre Nere se encuentran vides que se transforman en seis maravillosos vinos, entre los que destacan: el tinto Nerello Mascalese, el especiado U’ranci y el blanco Etna Bianco. Durante los últimos 15 años, su producción ha experimentado un gran desarrollo y se ha ganado una reputación como uno de las zonas productoras de vino más importantes del mundo. Los vinos se fabrican utilizando variedades de uva autóctonas como Nerello Mascalese, Nerello Cappuccio y Carricante, indígena del Etna. El enólogo Guido Coffa combina “el instinto y el conocimiento” respetando la naturaleza y aplicando técnicas innovadoras para producir vinos de primera calidad.
Sostenibilidad