Oportunidad en la devaluación

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Desde que en 1999 el Banco de la República eliminó la banda cambiaria, pasando a un sistema de libre flotación del peso, una de las constantes de la economía colombiana es la manera como rápidamente reacciona nuestra tasa de cambio frente a los choques internos o externos. Esto ha tenido sus detractores y defensores, siendo yo uno de los segundos, al reconocer que ha actuado como un mecanismo de defensa ágil, que no está exento de costos, claro está.

El hecho es que la libre flotación está aquí para quedarse, incluso cuando nos hemos acercado a los $4.000 por dólar, convirtiéndonos en la tercera moneda más devaluada con un 15,2% en lo corrido del año según Corficolombiana, solo superada por la lira turca y el peso argentino. Y se espera que el dólar siga caro en lo corrido del año si nos atenemos a la última encuesta de analistas hecha por el Banco de la República que arroja un resultado de tasa promedio a finales de 2021 de $3.655 por dólar.

¿Las razones? Muchas, entre ellas perder el grado de inversión en dos de las tres firmas calificadoras de riesgo más importantes debido al retiro de la última reforma tributaria, el elevado déficit tanto por el lado fiscal como en cuenta corriente, el nivel de deuda sobre Producto Interno Bruto, el crecimiento de la deuda externa, y la incertidumbre generada por el paro violento y vandálico.

Ahora bien, podríamos quedarnos dándole vueltas a nuestra situación cambiaria, que estoy seguro no se va a revertir por lo menos hasta 2023 y eso. O podemos hacer algo al respecto y aprovechar una segunda oportunidad de impulsar nuestra producción y aparato exportador, con unos términos de intercambio que claramente nos dejan más competitivos en costos frente a nuestros principales socios.

Tuvimos una primera oportunidad cuando los choques externos de los commodities devaluaron nuestra moneda de menos de $1.900 por dólar en julio de 2014 a estar por encima de $3.400 en febrero de 2016. Sin embargo, esa trepada no se vio reflejada en el crecimiento de nuestras exportaciones no tradicionales, y las razones que se aducían en ese momento era que se necesitaba tiempo para reconstruir las redes y los contactos de comercialización que se habían esfumado en los tiempos de revaluación.

Pues bien, con nuestra reciente devaluación, podemos intentarlo de nuevo. Las economías de Estados Unidos, Canadá y Europa, con quienes tenemos tratados comerciales ya firmados, están en plena recuperación y representan un mercado listo para ser ampliado con un empuje adicional. Los mercados asiáticos, con China a la cabeza, pero también con Japón, Corea del Sur, y Singapur, los últimos tres con tratados en firme o a punto de entrar en vigencia, deben ser también blanco de una gran ofensiva comercial. Y por el lado de nuestros vecinos, con Ecuador, liderado por un gobierno amigo e intereses alineados, existe el potencial real de llevar nuestro ya significativo intercambio comercial incluso a los primeros niveles.

Todo esto no es para afirmar que es deseable ser un país con moneda devaluada. Por el contrario, esta situación refleja es nuestra debilidad del momento. También se convierte en una pérdida de valor colectivo de todos nuestros activos ante el mundo. Pero hay que ser realistas en saber que la corrección no vendrá pronto y por lo tanto es estratégico que aprovechemos sus beneficios en términos de competitividad comercial. Lo cual no podría llegar en mejor momento toda vez que el desbalance entre importaciones y exportaciones lleva un acumulado de 12 meses de casi US$$11.500 millones, y se convierte en otro signo de debilidad. Unas por otras.

Repsol, BBVA, Mapfre… La caída de la lira y el peso complica el verano al Ibex

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Repsol, OHL, Sacyr, ACS, BBVA, Mapfre y Meliá Hotels… Y la lista podría continuar con Banco Santander e Inditex, entre otras compañías. La exposición de las cotizadas españolas -y muy especialmente de las empresas del Ibex 35- a Turquía y Colombia se ha convertido en una piedra en el zapato debido al hundimiento que están registrando las divisas de los dos países emergentes, la lira y el peso. La primera se deprecia más de un 14,3% en lo que va de año en su cruce frente al dólar, mientras que la segunda retrocede más del 13,6%.

En el caso de la lira turca, la inestabilidad política y el nombramiento en marzo del nuevo responsable de su banco central, Sahap Kavcioglu, sobre el que el presidente del país, Recep Tayyip Erdogan, pretende ejercer una influencia aún mayor que sobre sus antecesores, han sido claves para este descalabro. Erdogan ha cesado a cuatro gobernadores del emisor de su país en menos de dos años y sigue presionando a la entidad para que baje los tipos, una medida que en términos políticos le sería más favorable aunque no esté justificada. El organismo se resiste de momento a ponerla en práctica con una inflación desbocada, pero su reacción sigue siendo muy tibia.

Los precios han encadenado una nueva subida en julio y la tasa anual de IPC alcanza ya el 18,95% en Turquía, su nivel más alto en los últimos 27 meses, según datos de su Instituto de Estadística (Türkstat). Ante esto el Banco Central, que prevé que el encarecimiento de la vida se sitúe de media en el 14,1% este año, ha decidido mantener el precio del dinero en el 19% (que es nivel en el que se sitúan desde principios de marzo). En este caso, la política monetaria no está respondiendo a los fundamentales de su economía, explica a ‘La Información’ Olivia Álvarez, analista del bróker Monex Europe, porque con una subida de precios de esta magnitud estaría justificada una política más agresiva de tipos.

Ese miedo generalizado a la inflación -en el caso de Colombia se ha situado en julio próxima al 4% en términos interanuales, algo más moderada que en otros países del entorno- y los problemas de cuellos de botella en las cadenas de producción mundial, sumados al miedo a que la recuperación pueda verse comprometida por la expansión de la variable Delta de coronavirus, están haciendo mella en sus divisas. Los inversores venden en busca de activos más seguros, como el dólar, refugio por excelencia cuando las perspectivas económicas se enturbian.

Esto afecta a Colombia, que también ha tenido sus propios problemas políticos este año, con fuertes protestas en las calles desde finales de abril a raíz de la reforma tributaria que planteaba el presidente del Gobierno, Iván Duque, que finalmente se vio obligado a dar marcha atrás con el proyecto. El peso colombiano es además una moneda muy ligada al rumbo de las materias primas, que han empezado a percibir un enfriamiento de la recuperación en China, segunda economía y principal consumidor de estos materiales para la construcción y la industria.

La política de la Fed estadounidense como ‘guía’

A todo lo anterior se suma que gestores y analistas ven cada vez más próxima una subida de tipos en la mayor economía del mundo, que en algún momento deberá empezar a revertir todas las medidas de estímulo excepcionales que se aprobaron para atajar el la crisis generada por la pandemia. El ciclo de ajuste del banco central estadounidense sirve de guía y determina en cierta medida las políticas monetarias de estos emergentes.

La conferencia de banqueros centrales de Jackson Hole, que se celebra la próxima semana del 26 al 28 de agosto, puede dar claves sobre cómo y cuándo se llevará a cabo ese proceso de ‘tapering’. Tanto el de Turquía como el de Colombia se han quedado “rezagados” en relación a otros bancos centrales de países emergentes como Brasil, México o Rusia, ya han empezado a subir los tipos y están siendo especialmente contundentes desde principios de año , sostiene Olivia Álvarez.

Destacada presencia española

En el caso de Turquía, la presencia más destacada es la del BBVA a través de su filial Garanti, por la que la entidad que capitanea Carlos Torres tiene en este país su tercer mercado. El banco mejoró recientemente sus perspectivas para su negocio allí. Entre las empresas con más presencia en Colombia se encuentra la petrolera Repsol, que produce en el país 7 millones de barriles al año y 1 millón de barriles equivalentes de gas. En 2018, la petrolera inició junto con Ecopetrol, la etapa de desarrollo del campo de producción de Akacías, que cuenta con nueve pozos activos y una producción diaria promedio de 6.300 barriles. La empresa capitaneada por Josu Jon Imaz es además accionista de Equión (49% del capital) y posee un 51% de Ecopetrol desde el año 2011.

En el caso de ACS, para la que el 6% de la facturación total procede de la región de América del Sur, se ha hecho con el contrato para la instalación de líneas de internet con Telefónica Colombia; mientras que el 1,4% de los ingresos de la aseguradora Mapfre se registraron el año pasado en el país, con un total de 295,7 millones de euros. Tienen también presencia Inditex, con un total de 57 tiendas tras cerrar este año tres; las cadenas hoteleras NH y Meliá, que cuentan con trece y un establecimientos en el país, respectivamente; pero también OHL, que además se ha hecho este año con los contratos para un nuevo aeropuerto y varias carreteras por 62 millones de euros; así como Sacyr, que con una inversión de casi 3.000 millones de dólares se ha consolidado entre las principales empresas del sector de infraestructuras y concesiones del país.

Estas son las monedas que corren el riesgo de colapsar

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Durante la pandemia, la deuda externa de la mayoría de los países en desarrollo ha aumentado entre el 55% y el 65% de promedio. Un analista explica qué podría… 19.08.2021, Sputnik Mundo

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La próxima crisis global podría ocurrir después del 2023, cuando EEUU eleve las tasas de interés, señala Andréi Rusetski, de la compañía rusa BKS Mir Investitsiy. El mantenimiento de la deuda monetaria llegará a ser demasiado caro, algo que podría afectar a las divisas de muchos Estados, entre ellos países en desarrollo de América Latina como Paraguay.En su entrevista para la agencia rusa Prime, Rusetski recuerda que en 2018 la subida de las tasas de interés de EEUU dio lugar a un impago soberano en Argentina y el Líbano y supuso un duro golpe para la lira turca. El experto agrega que “el debilitamiento de la moneda nacional es un proceso natural en los países con altos niveles de impago soberano y en los que las importaciones superan a las exportaciones, incluidos los servicios”.Entre los países que se verán afectados por la crisis también figuran los Estados de la antigua URSS que tienen grandes préstamos en dólares: en particular, se trata de Ucrania, Georgia, Bielorrusia, Tayikistán y Kirguistán. La elevación de las tasas de interés también afectará a las divisas de Turquía y Vietnam.

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