Las joyeras de las reinas
Guarch explica que la primera vez que acudió doña Sofía fue una sorpresa: «Vino a la joyería sin avisar y en pleno agosto. No estábamos ni mi madre ni yo, así que las dependientas la atendieron y nos llamaron corriendo». A partir de ese momento, dice, siempre ha mostrado mucho interés por sus diseños, sobre todo los que están directamente relacionados con la tradición y la isla. «Existen muchas joyerías, pero ella busca piezas fáciles de combinar y vestir que sean menos convencionales y más modernas», detalla.
Confiesa que sus clientes valoran mucho la atención personalizada y llevan años aconsejando y apostando por mejorar el trato para que «queden satisfechas y vuelvan»: «Intentamos que la persona que viene, independientemente de quien sea, se sienta a gusto con nosotros. Al final el boca a boca es la mejor publicidad».
Este verano la reina Sofía estuvo paseando por Palma junto a su amiga Tatiana Radziwill y su marido, el doctor Fruchaud, pero no paró en la tienda. Antes de la covid sí que visitó el nuevo establecimiento, situado en Plaça del Mercat. A pesar de ello, dice sentirse «muy agradecida» de que Sofía decida lucir sus joyas porque la competencia es alta y eso significa que están haciendo un buen trabajo: «Siempre trato de encontrar la mejor joya para cada persona», argumenta.
Aldeguer, creadora de Coolook, declara que no conoce a la reina Letizia personalmente, pero sabe que está muy interesada en su marca porque ha aparecido varias veces con joyas de su colección: «Esto ha sido y sigue siendo un apoyo enorme para mí porque mucha gente ha empezado a preguntar por los diseños y cada vez tengo más clientas». Refiere que Letizia elige vestir sus joyas por elección propia, no por acuerdos de colaboración ni exigencias, lo que significa un reconocimiento para la marca que «agradezco muchísimo»: «Esto provoca que todas las publicaciones hablen de ella y también de nosotros».
La reina actual lleva apareciendo con las joyas de Coolook desde 2015. Confiesa que desde el primer momento ha estado pendiente de sus apariciones porque nunca sabe si llevará algo suyo: «Cuando decide ponérselas nos hace mucha ilusión».
Cree que a la reina le gusta ser «cercana a la sociedad» y no vestir como una soberana clásica. Por ello, Aldeguer puntualiza que las joyas que busca pueden usarse todos los días, son fáciles de usar y combinan muy bien con cualquier look. En ese sentido, añade, busca un equilibrio entre las joyas de fácil combinación con una calidad que te permita llevarlas también con un traje de chaqueta: «La joya elevará o disminuirá el estilo que tú transmitas, y yo quiero transmitir elegancia en cualquier momento del día». Su objetivo, aclara, siempre ha sido aportar soluciones a «situaciones diarias en las que pueda existir cierta incertidumbre sobre si llevar algo o no».
La emérita, de Marivent al funeral de Marie de Liechtenstein
La emérita acude hoy en representación de la Casa Real al funeral de la princesa Marie tras sufrir un infarto cerebral en una clínica de Grabs (Suiza). La despedida tendrá lugar en la catedral de San Florián de Vaduz. Sofía fue una de las invitadas a la boda de Marie con Hans-Adam Liechtenstein hace 44 años. Esta noticia de última hora ha provocado que la reina tenga que abandonar sus vacaciones en Mallorca y poner fin a su estancia en el Palacio de Marivent. Ahora retoma su agenda institucional con este viaje inesperado. La noticia del fallecimiento de la princesa Marie ha supuesto una dolorosa noticia para ella porque la conocía personalmente y estuvo presente en uno de los momentos más importantes de su vida, la boda con Hans-Adam Liechtenstein. Felipe VI también vuelve al trabajo.
Las joyas de pasar, una a una: analizamos las tiaras, pulseras y collares que ha heredado Letizia y algún día lucirá Leonor
Dos pulseras iguales de brillantes
Otro de los obsequios con los que el rey Alfonso de Borbón agasajó a su prometida a su llegada a España en mayo de 1906 fue una coronita real. Muy de moda en la época y tasada en ese momento en 1.158.000 pesetas. Creada por Cartier, una de las favoritas del monarca español, tenía una base montada con cuatro esmeraldas rectangulares unidas a cuatro rubíes redondos por ocho elementos vegetales. Sobre las piedras de color nacían otras tantas hojas de fresa que desembocaban en la parte más alta, tras una fila de diamantes dispuestos de mayor a menor, en una esfera coronada por una pequeña cruz. La reina la solía utilizar para la apertura de las Cortes. Desde 1927 la conjuntaba con la diadema Guirnalda colocada sobre la frente, obra también de la citada joyería francesa. Con esta coronita retrató a la reina Victoria Eugenia el pintor maño Fernando Álvarez de Sotomayor en 1925. El lienzo permanece en la antecámara oficial del palacio real de Madrid, también conocida como pieza de etiqueta de Carlos IV.
Sin sesiones de investidura que inaugurar en el exilio –después de su partida de España en 193– la reina encargó a Bulgari el diseño y confección de dos pulseras gemelas con los brillantes de esta pequeña corona. Tanto Ena de Battenberg como la reina Sofía (la condesa de Barcelona prácticamente no hizo uso de ellas) solían llevar una pulsera en cada muñeca. Así viste unas veces la reina Letizia las piezas de la casa romana y otras tantas las suma en el mismo antebrazo. Tampoco reserva su uso estrictamente a las ceremonias de gala como hizo su suegra durante los casi 40 años de reinado de Juan Carlos I. Uno de los dos brazaletes fue –el 22 de mayo de 2004– testigo de excepción de la boda de los actuales reyes, desde la mano izquierda de la reina de origen griego. Tal vez por esa razón doña Letizia tenga tanto cariño a las dos pulseras iguales de brillantes. O quizás sólo se deba a una filia estética. Junto a los pendientes de brillantes gruesos son las joyas de pasar que más ha utilizado la soberana desde que su esposo fue proclamado rey el 19 de junio de 2014 en el Congreso de los Diputados.
Restaurante Tribeca (Sevilla) El mar llega hasta Sevilla para llenar la despensa de Tribeca
Si van a este templo del papeo en La Buhaira sevillana, tengan en cuenta la siguiente teoría de mi amigo Josemaría, en lo que a pescados y mariscos se refiere. Es bien simple, así que tomen buena nota si quieren papearse una langosta, un bogavante u otro asqueroso animalito de similares características. «En cierta ocasión llegó una mariscada y plantados cuatro amigos en la mesa con las servilletas anudadas, nos pusieron dos ejemplares preciosos y debidamente troceados, siendo conscientes de esa autolimitación que obliga a no coger un trozo sin haber acabado el que pillaste primero. Estás entre amigos, sientes humildad samaritana y no arramplas el mejor trozo, mientras observas que tu vecino, más vivo y cabrón, sí lo hace. Sufres, sudas y maldices, devorando tu pedazo a la velocidad del rayo para enganchar un segundo cacho mejor. Y así, un día decides detener esta angustiante injusticia que te obliga a comer rápido sin disfrutar, aplicando la ‘reducción a la unidad’, que no es otra cosa que una pieza de marisco por persona, siempre y cuando el bicho desmerezca mucho con la división. Les aseguro que solo entonces llega la ansiada paz y todo dios puede comer tranquilo y a su aire». Esta anécdota se resume en la siguiente regla innegociable: « cualquier animal que desmerezca con la división, porque sus partes resultantes no sean equivalentes, se papea por unidad completa». Ténganlo en cuenta.
Tribeca (Sevilla) Dirección Chaves Nogales, 3
Teléfono 954 426 000
Web www.restaurantetribeca.com
Precios Tártaro de carabineros: 21,50 €. Ventresca de atún rojo de almadraba: 25,50 €. Tortilla de bogavante y panceta ibérica: 17 €. Kokotxas de bacalao y pilpil de espinacas: 23 €. Molleja de ternera glaseada con carpaccio de hongos: 15 €. Fideos de calamar y emulsión de yemas de erizo: 17,50 €
El gran Perico Giménez es el patrón de esta casa sevillana y conoce la regla porque es un chef bolchevique que administra justicia de forma admirable, repartiendo mandanga a todos los que visitamos su establecimiento, verdadero palacio de la lujuria del pescado y el marisqueo. Me siento muy identificado con su manera de relacionarse con el mundo, con las gentes de su oficio y con su gremio, pues es metódico, currela, las chorradas se la traen floja y sabe exactamente el número de piezas de pescado que guarda en su nevera, administrándolas con soberana profesionalidad, ¡tonterías las justas!
Escama, limpia y disecciona personalmente cualquiera de los bichejos que esperan pacientemente a su hambrienta feligresía, despachándolos con precisión y sabiduría. Sabe para qué cliente serán los lomos limpios e inmaculados, quién se zampará ese pecho graso y gelatinoso que envuelve celosamente en trapos húmedos o a quién se le saldrán los ojos de las órbitas con un bogavante de tamaño desproporcionado, cargadito de huevas y con corales escondidos en su interior, ¡muero porque no muero y vivo sin vivir en mi!
Raviolo de boletos. / Tribeca
Ya peina canas en los huevos, así que no tiene ninguna necesidad farisea de relacionarse en falsete y exhibe como oro en paño una mirada tímida que no deja hueco alguno para que se le cuelen los impostores o los ‘desgarramantas’ de las ‘novísimas novedades’, coleccionistas de experiencias y de platillos de chichinabo. Muchos ejercitan músculo con esa tonta gastronomía hipócrita y el ‘perla’ de Perico ejerce de centurión romano, sin dejarse seducir por los cantos de sirenas de todo ese rollo estomagante. Su negocio es familiar y buena parte de su éxito lo administra comiéndoselo y bebiéndoselo entre todo su equipo de cocina y sala –Javier, Darío, Adolfo ‘Popi’, Fernando y David–, y su hermano Eduardo, un chiflado de remate del pescado como pocos podrán conocer, si tienen el gusto de encontrárselo por las escaleras, empujando cajas.
Rebusca los mejores lotes que se subastan en las lonjas y pilla las piezas más lustrosas, ampliando su red de compra con contactos que se encargan de trincar en los muelles en los que no alcanza a llegar con su furgoneta, pues el día tiene 24 horas y no se le pueden pedir peras al olmo ni caminar sobre las aguas o poseer el don de la ubicuidad. En el litoral andaluz hay muchas desembocaduras de ríos a las que vuelan las hembras a desovar y se pillan ejemplares únicos y de tamaños descomunales en Sanlúcar de Barrameda, Rota, Conil de la Frontera o Barbate.
Lubina con trufa. / Tribeca
No les largo más sermones. Vuelen a Tribeca para poner en práctica la ‘reducción a la unidad’ y quédense estupefactos con su portentosa cocina, pues alucinarán con la delicadeza de su fritura, con un simple marisco cocido o salteado o esa ijada asada sobre las brasas con un aliño sorprendente peleado al fuego, como en los fogones valientes. Corvinas, pargos, urtas, lenguados, borriquetes, langostas, calamares, pámpanos, langostinos de trasmallo o gambas multicolores se convierten en fina joyería parisina y toman forma de cabezas asadas, aletas rustidas, colas rellenas, rodajas con hueso o tártaros de pescado. Si las llevan, prueben las huevas de leche rebozadas con un pellizco de salsa mahonesa. La selección de vinos es delicadísima y la terraza invita a encender las estacas de tabaco habano.